Biblioteca municipal: crónica de un sistema deficiente

Publicado por Vorágine en

Biblioteca pública de Otzolotepec: precariedad y olvido

Al fondo de una estrecha calle, en un espacio de 56 metros cuadrados se esconde la biblioteca pública “Alfredo Arévalo Suárez”, ubicada en la cabecera municipal de Otzolotepec, Estado de México. Tres de las cinco mesas que habitan el lugar sostienen un gran pliego de papel estraza sobre el que un hombre de pelo ralo y canoso dibuja con esmero a Francisco I. Madero y otros personajes de la Revolución Mexicana con gises de colores que también tiñen sus manos deformadas por la artritis, se trata de Juan José Segura Romero, “Don Juanito” para los usuarios más asiduos, quien a sus 62 años dirige la biblioteca, cargo que ocupa desde hace treinta años. A su espalda descansan libros de hojas amarillentas y quebradizas, desgastados por los años y el uso, apilados en fríos estantes metálicos que contienen hasta dos secciones temáticas cada uno, y que esperan, empolvados y quietos, lectores para sus páginas obsoletas.

"Don Juanito", un lector idealista

Éste es tan solo un escenario de los 673 recintos registrados en el Sistema de Información Cultural que conforman la red estatal de bibliotecas públicas del Estado de México. A pesar de ser la entidad con el mayor número de bibliotecas públicas no todas cuentan con el acervo y las instalaciones idóneas para contribuir a la promoción de la lectura o satisfacer las necesidades informativas de los usuarios.

"Desde hace cuatro o cinco años no nos mandan acervo nuevo, y lo que más nos envían son literatura, o sea, novelas", comenta Don Juanito. Pero también se necesitan otro tipo de libros como enciclopedias, diccionarios, mapas, textos sobre física, álgebra, geometría y filosofía, señala.

Periódico mural elaborado por "Don Juanito"

Aunque la Ley General de Bibliotecas establece que la Red de Bibliotecas Públicas tiene la tarea de ampliar y diversificar los acervos de las bibliotecas, no define un periodo específico para ello. El artículo séptimo, fracción VII, indica que es obligación de la Secretaría de Cultura recibir las publicaciones obsoletas y las que se utilizan poco; éstas últimas pueden ser redistribuidas.

"La última actualización de acervo que recibió la biblioteca fue hace ocho meses, pero solo de revistas. Los diccionarios, tiene como quince años que no se modernizan", acusa Don Juanito. "Nos mandan libros del Estado, de personajes destacados como Isidro Fabela o de cuentistas mexiquenses que no han sobresalido, ese tipo de textos no se ocupan", asegura.

La biblioteca municipal de Otzolotepec no es la única que funciona en escenarios adversos, pues Don Juanito opina que la mayoría de los inmuebles de las doce bibliotecas asignadas a la región VII, a la cual pertenece el espacio que dirige, padece las mismas problemáticas. "Aquellas bibliotecas ubicadas en municipios o regiones con un mayor número de votantes son las que tienen mejores instalaciones, acervo más actualizado y mayor sueldo para los bibliotecarios", comenta Don Juanito.

Asimismo, afirma que no ha recibido capacitación desde hace ocho años, no obstante, adquiere nuevos conocimientos gracias a las reuniones mensuales que tiene con otros bibliotecarios en donde además de compartir experiencias y saberes, exponen estadísticas sobre los usuarios y los diferentes servicios de la biblioteca. En dichas juntas, una de las conclusiones más frecuentes es: "de qué sirve tener más usuarios si no hay material necesario y suficiente."

"Aquí (en la comunidad) el problema es que aunque se organicen cafés literarios, la hora del cuento o de la poesía, por ejemplo, nadie viene o son muy pocos", relata el bibliotecario.

La participación de las autoridades municipales se restringe a asignar el espacio para la biblioteca y a pagar los servicios del bibliotecario, detalla Don Juanito. Esta situación no es única, pues Carlos González Sandoval, Coordinador de la Unidad de Transparencia del Ayuntamiento de Temoaya, un municipio contiguo a Otzolotepec, refirió que "no existe programa presupuestal para el fomento a lectura para este ejercicio fiscal."

Por su parte, la Secretaría de Educación confirmó que no existe un programa estatal de fomento a la lectura: "el programa que se aplica a nivel nacional es el denominado 'Estrategia Nacional de Lectura' el cual está en etapa de implementación en el Estado de México para ponerse en función."

Programa estatal de fomento a la lectura “Crece leyendo”: sin partida presupuestal

El Gobernador Alfredo del Mazo Maza anunció el programa estatal de fomento a la lectura “Crece leyendo” el 6 de septiembre pasado en Ecatepec, en un evento titulado “Fandangos por la lectura”, y precisó que dicho programa se desarrollará en todos los municipios mexiquenses a través de las Casas de Cultura y la red estatal de bibliotecas públicas.

Informó también que para tal fin se contemplan las siguientes actividades: presentación de libros, círculos y maratones de lectura, encuentros literarios y conferencias. Sin embargo, no se mencionó el periodo específico en que entrará en función, el modo de financiamiento, ni los detalles del plan de trabajo a seguir.

En el Presupuesto de Egresos del Gobierno del Estado de México para el Ejercicio Fiscal 2019, que asciende a 291 mil 59 millones 430 mil 336 pesos, no se contempla un rubro específico para el fomento a la lectura ni tampoco aparece el programa “Crece leyendo”.

La lectura: herramienta necesaria para la democracia

La Red Nacional de Bibliotecas se creó en 1983 cuando apenas había 351 recintos para la lectura en todo el país; al día de hoy el número ha crecido a 7 mil 436 bibliotecas públicas, de acuerdo con la Dirección General de Bibliotecas.

La Ley de Fomento para la Lectura y el Libro se decretó en el año 2000 y se reformó ocho años después con el objetivo de que las 32 entidades federativas crearan e implementaran políticas públicas, programas, proyectos y demás acciones destinadas a promover y facilitar espacios de lectura entre toda la población, sin embargo, diecinueve años después solo Chihuahua, Ciudad de México, Durango, Guerrero, Quintana Roo, Sinaloa, Tlaxcala y Zacatecas tienen una Ley Estatal de Bibliotecas, lo cual refleja el poco interés de las autoridades por garantizar espacios de lectura para toda la población.

A pesar de contar con más de 7 mil bibliotecas públicas a nivel nacional, la población mexicana no se destaca por el amor a la lectura. En un análisis sobre el nivel de lectura y la cantidad de libros leídos al año, la UNESCO colocó a México en la penúltima posición de entre 108 países. El Módulo sobre Lectura (MOLEC) resaltó que dicha actividad ha disminuido casi un 10 por ciento de 2015 a 2019 y subrayó que el 21.3 por ciento de la población lectora aseguró "comprender la mitad o poco de lo que lee", un resultado que evidencia parte de la problemática sobre la promoción de la lectura: el bajo nivel de comprensión.

Así lo confirman los resultados nacionales del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (Planea) de 2017, en donde se informa que en el área de Lenguaje y Comunicación, el 34 por ciento de los alumnos a punto de concluir la Educación Media Superior se ubica en el nivel I, lo cual significa que los estudiantes tienen un dominio insuficiente de los aprendizajes, son “capaces de comprender información explícita en textos sencillos con temáticas que le son familiares y con un orden típico, por ejemplo, inicio, desarrollo y conclusión. Sin embargo, no pueden formular inferencias de contenidos implícitos en diferentes tipos de texto o comprender textos extensos y complejos.

Resalta que el 28 por ciento de los alumnos se encuentra en el nivel II, el cual implica que son capaces de identificar ideas principales, relacionar información, descartar datos irrelevantes y organizar información a partir de un propósito; el 29 por ciento obtiene el nivel III, lo cual implica que los estudiantes reconocen la intención del autor, los conectores argumentativos, las partes que componen el texto, pueden diferenciar entre información y opinión y además utilizan estrategias de lectura para comprender un escrito; por último, casi 9 de cada 100 estudiantes alcanzan el nivel IV, que supone la selección, organización e interpretación de la información, identificar la postura del autor y realizar inferencias.

Planea 2017

También detalla que en el Estado de México, el 33.2 por ciento de los estudiantes se encuentra en el nivel I, el 32.2 por ciento en el nivel II, el 28.4 por ciento en el nivel III y apenas un 6.3 por ciento consigue el nivel IV. Por lo tanto, saber leer demanda no solo decodificar una serie de palabras ordenadas en frases, sino la comprensión del conjunto de ellas en un contexto determinado.

La entidad mexiquense es una de las regiones con más alta densidad demográfica del país, alberga a 16 millones 187 mil 608 habitantes según datos del INEGI, de los cuales el 29.68 por ciento de la población de 15 años o más no cuenta con educación básica terminada, el 3.34 por ciento es analfabeta y el 2.45 por ciento de la población entre 6 y 14 años no asiste a la escuela, así lo indica el Índice de Rezago Social 2015 elaborado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

La UNESCO advierte que la alfabetización implica algo más que aprender a leer y a escribir, pues en las sociedades contemporáneas se requiere un nivel de comprensión e interpretación del entorno más profundo así como una capacidad de comunicación compleja.

Ante este panorama es imprescindible mejorar las políticas públicas en materia de educación y fomento a la lectura, labor que adquiere una dimensión mucho más profunda debido a que no basta con facilitar el acceso a los libros a la totalidad de la población, sino que además se requiere incentivar la comprensión lectora de alto nivel.

La lectura es fundamental para el fortalecimiento de la democracia porque sin esta habilidad no es posible desarrollar las demás destrezas comunicativas que permiten a las personas expresar sus ideas y opiniones en un contexto determinado, así como estructurar su  pensamiento, apunta el Diagnóstico de Prácticas de Lectura en Niños y Jóvenes de IBBY México de 2016.

El futuro de las bibliotecas públicas

Don Juanito renguea hasta alcanzar un escritorio de donde toma una hoja en la que registra el número de visitantes a la pequeña biblioteca que "más bien es una sala de lectura, porque para una biblioteca en forma se necesitan por lo menos 120 metros cuadrados", calcula. Según su registro, en el mes de octubre la biblioteca atendió a un total de 328 usuarios, de los cuales 99 fueron hombres y 229 mujeres, la mayoría estudiantes de nivel bachillerato.

"Antes del 2002 llegaban de mil 500 a dos mil 500 usuarios al mes, pero después dejaron de venir porque no teníamos computadoras", rememora el bibliotecario.

De acuerdo con el Consejo Estatal de Población, en el municipio de Otzolotepec hay 84 mil 519 habitantes, para quienes existen apenas tres bibliotecas en la región.

Andrea Arriaga, egresada de la carrera de Pedagogía de la UNAM y usuaria habitual de la biblioteca, opina que debería haber mayor variedad de libros para que la gente acuda con mayor frecuencia, pues casi nadie visita el lugar.

La biblioteca que dirige Don Juanito no está provista con equipo de cómputo ni otros servicios tecnológicos ni digitales. Los muros del angosto recinto sostienen carteles escritos a mano con información sobre el uso de los escasos recursos de la biblioteca, la distribución del material bibliográfico, el reglamento y las instrucciones para ingresar a la plataforma DigitaLee, aunque la biblioteca no puede ofrecer este servicio en sus modestas instalaciones.

"No hay motivación de parte de la presidencia municipal; muchas veces la gente ni siquiera sabe que hay una biblioteca, pero a mí me gusta mi trabajo", sentencia el bibliotecario.

"Lo más urgente de resolver es actualizar el acervo, que nos llegue el suficiente, y también hace falta coordinarse con los padres de familia, con los maestros y con las autoridades para promover las actividades de la biblioteca", propone Don Juanito desde su escritorio mientras posa su mirada en los libros abandonados en los estantes.

Por Patricia Munguía Correa, ¡síguela en twitter!

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