Hadot y la filosofía antigua: una invitación a la vida filosófica
La filosofía como estilo de vida
En clase un profesor de filosofía explicaba el libro de la “Metafísica” de Aristóteles, todo iba bien, un día normal. El profesor escribía en la pizarra y los alumnos copiaban en sus cuadernos. Una clase normal.
La clase terminó y al día siguiente lo mismo: el profesor explicaba a Aristóteles y los alumnos escribían. Pero ese día pasaba algo. Se trataba de una estudiante. No ponía atención a la clase, estaba, simplemente, mirando por la ventana hacia la calle. Veía pasar gente, mujeres con niños, hombres que iban al trabajo, comerciantes, etcétera.
El profesor lo notó, así que se acercó a ella y al llegar a su pupitre le preguntó qué era tan importante allá afuera para ignorar lo que Aristóteles decía. La estudiante miró al profesor y dijo: la vida... Fin de la clase. El profesor, y no los alumnos, recibió ese día una lección valiosa, una lección de vida.
Seguramente, un filósofo antiguo hubiera contestado lo mismo al profesor, ya que para él la filosofía no consistía únicamente en la enseñanza de una doctrina filosófica cualquiera, de tal o cual pensamiento de determinado filósofo. Según los filósofos antiguos la filosofía consistía, antes que nada, en una actividad que propone al ser humano un arte de vivir destinado a efectuar cambios positivos sobre su vida.
En este sentido la filosofía es entendida como una forma de vida y no como un discurso o mensaje desapegado de la realidad y despreocupado de las necesidades e inquietudes de las personas.
Antes que aprender alguna teoría filosófica, se trata de aprender a vivir de un modo humano. Así, un día “Platón le preguntó una vez a cierto anciano que le explicaba el gusto con que escuchaba sus lecciones sobre virtud, que cuándo iba a comenzar por fin a vivir de una manera virtuosa. No se trata de dedicarse a continuas especulaciones, sino que alguna vez hay que pensar en pasar a la práctica”.
Por tanto, las obras filosóficas de la antigüedad poseen un plus, la de brindar técnicas que persiguen fines educativos concretos en sus lectores u oyentes: producir estados de ánimo favorables, formación del espíritu en vez de su información, conocimiento y transformación de su ser.
A estas técnicas que la filosofía antigua ofrecía para la mejora de sus oyentes, Pierre Hadot las llama “ejercicios espirituales”, prácticas que pueden ser experimentadas por el individuo en una relación íntima sin salir de su propia individualidad.
En un tiempo como el actual, en el que a raíz de la pandemia por la COVID-19 se han establecido ciertas medidas preventivas para evitar su propagación: la cuarentena, el confinamiento, el trabajo en casa, etcétera, la filosofía antigua y sus prácticas vuelven a cobrar interés.
Este tiempo de confinamiento puede ser aprovechado para recuperar el interés por una filosofía práctica como la antigua, bajo el supuesto de que buscamos una mejora de nuestro ser, un conocimiento profundo de nosotros mismos, un comportamiento que pueda sintonizar con el de los demás o una visión más integral de nuestra posición como individuos dentro del mundo y del universo.
El carácter especial de las obras de los filósofos antiguos, que la diferencian de todo cuanto hay en filosofía después de ellos, es el de estar motivadas por una preocupación: la metamorfosis de la personalidad, el cambio de nuestra visión del mundo, la adquisición de una armonía interior y el equilibrio de nuestra alma.
En este sentido, vale la pena decir que la filosofía antigua equivale a mirar con sencillez dentro y alrededor de uno mismo.
Epicteto decía: “Si las teorías filosóficas te seducen, siéntate y dales vuelta en ti mismo. Pero jamás te llames filósofo y no toleres que otro te dé ese nombre.” Es decir, hay que preocuparse por adquirir una vida virtuosa antes que una buena capacidad intelectiva en materia de dominación de teorías o lenguajes complejos reservados solo a especialistas.
La filosofía antigua, finalmente, es una invitación a la vida y a la experimentación de nuestro ser con vistas a su elevación y perfección continuas.
Obra recomendada: Hadot, P. (2006). Ejercicios espirituales y filosofía antigua. España: Siruela.
Por Juan Carlos Salomé
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