Extinción

Publicado por Patricia Munguía en

La búsqueda de la libertad

La puesta de sol deja algunos destellos entre los gigantes de cristal y acero que inundan la ciudad. Se observan entonces los últimos reflejos del paso de las nubes por el cielo. La temperatura disminuye y un ligero viento recorre las vacías avenidas; comienza el terror de la noche.

Ninguna mujer ha vuelto a salir en el crepúsculo. La última vez que se supo de alguna que lo intentó fue hace más de un siglo. Nadie supo jamás qué fue de su paradero.

En los viejos muros de la capital todavía pueden verse algunas pintas con la consigna: “Ni una menos” que se popularizó en la cuarta ola del feminismo. Nadie imaginó que vendría algo mucho peor que el machismo.

Todo comenzó en la Antártida. Una tarde aparecieron unas misteriosas luces en las profundidades de los océanos que poco a poco salieron a la superficie. Eran luces opacas; sin vida; gélidas. Después aparecieron en las costas de Hokkaido, Japón; más tarde se avistaron en el mar Báltico, y un mes después estaban en todos los océanos, mares y lagos de la Tierra.

El ataque fue tan brutal y rápido que no hubo tiempo para determinar su naturaleza ni su origen. Eran luces extrañas, pero parecían inofensivas; pronto se descubrió lo contrario. Su crueldad rebasó todo horror conocido hasta entonces.

En un principio fue a Ellos a quienes agredieron sin piedad. Se los comían entre las sombras, siempre al caer la noche. Gritos de horror comenzaron a llenar cada rincón del planeta.

La resistencia

Bruna, una científica bastante experimentada había logrado separar su sombra del cuerpo y demostró que éstas eran seres independientes.

Las sombras eran invisibles para las voraces luces y solo así, las mujeres podían conseguir un poco de libertad.

Aunque durante el día las luces no atacaban, no había manera de comunicarse con ellas, pues emitían un frío tan asfixiante que ningún tipo de equipo lograba mitigarlo y era imposible permanecer cerca por más de un minuto. Al anochecer emitían calor, pero era cuando se volvían más peligrosas.

Nunca se supo que comieran mujeres, sin embargo, cuando alguna fémina llegó a salir de noche, desaparecía sin dejar rastro. Grupos enteros de mujeres se desvanecieron sin hacer un solo ruido, un solo gesto. A los niños no los tocaron, pero en cuanto crecían se convertían en sus víctimas.

—¡Todo está a punto de cambiar!, exclamó Bruna—. ¡Lo hemos logrado!

—Un avance, es solo eso, opinó Elia—. No cantaremos victoria hasta lograr liberarnos por completo de esos terribles seres.

—De cualquier manera ya no tenemos nada que perder. Nos han llevado a la extinción, ya solo quedamos mujeres. Recordó Aura, decepcionada.

—¿Pero es que no lo ven? ¡Por fin vamos a poder salir de noche! Antes, las mujeres no podían hacerlo ni siquiera cuando no había luces asesinas. Ahora nos pertenece y pronto descubriremos qué son esos siniestros seres y cómo podemos recuperar nuestro mundo. Sentenció Bruna.

—¡Solo nuestras sombras, no lo olvides! Reclamó Elia—. Son las únicas que pueden salir, nosotras tendremos que seguir escondidas. Aún no sabemos qué hacen con las mujeres que desaparecen.

—¿Si no las devoraron como a los hombres, entonces qué les pasó?, inquirió Aura, la más joven de las científicas.

—Nadie lo sabe. Por eso ahora nuestras sombras tendrán que averiguarlo. Aseguró Elia—. Esa es su misión, descubrir qué pasó con todas las mujeres que salieron de noche y acercarse lo suficiente para recabar datos, muestras y todo lo que ayude a descifrar su naturaleza y sus puntos débiles, si es que los tienen.

Un mundo entre sombras

Las sombras estaban nerviosas. Entendían la importancia de su misión, pero les costaba separarse de los cuerpos a los que siempre habían acompañado.

—¿Vas a estar bien, Sombra? Preguntó Bruna mientras acariciaba con ternura su silueta.

—Sí, eso creo, pero tengo miedo, no voy a negártelo. Estar separadas…, no sé, no se siente natural. Es muy extraño.

—Te entiendo, yo también me siento rara. Pero ustedes son nuestra última esperanza y lamento mucho tener que pedirte que hagas esto por tu cuenta.

—Está bien, cada una está haciendo su parte. A mí me toca salir y averiguar todo lo que pueda, no te preocupes, lo vamos a conseguir. La animó su sombra.

Al anochecer, las tres sombras salieron por primera vez a la intemperie sin sus compañeras corpóreas.

Aunque las luces preferían concentrarse donde hubiera agua, las sombras sabían que podían encontrarlas en cualquier lugar, así que debían avanzar con precaución.

Ya habían hecho la prueba de invisibilidad, sin embargo, el miedo era imposible de contener ante lo desconocido. Su condición de sombras no las hacía menos humanas.

Las tres siluetas debían acercarse a uno de estos cuerpos luminosos, tomar una muestra de su composición mediante fotografías, el nivel de radiación electromagnética, su longitud de onda y otros datos necesarios para ayudar a las científicas a entender su comportamiento. Llevar todo esto de vuelta al laboratorio sonaba más fácil de lo que era.

Protegidas por el anonimato de su condición, las sombras lograron recopilar la información necesaria sin ningún contratiempo. El camino de regreso fue silencioso, solo las acompañaba el viento fresco.

Los cuerpos luminosos parecían no notar la presencia de las sombras y a medida que pasaron los meses, las sombras dejaron de temerles; incluso disfrutaban de sus excursiones y cada vez iban más lejos.

La rebelión

La recopilación de datos requería mucha información y trabajo constante, por lo que pronto se decidió que todas las sombras de las sobrevivientes debían desempeñar una función en la lucha contra las luces extraterrestres.

En poco tiempo, ya fuera de día o de noche, las sombras comenzaron a realizar actividades y trabajos de todo tipo; fue entonces cuando surgió una sociedad nueva y próspera en donde cohabitaban la luz y la sombra.

En la reunión anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad Nacional, Bruna comunicó los avances en la investigación:

—Con profundo pesar debo anunciar que los esfuerzos por recuperar nuestra libertad no han develado la información que nos ayudaría a eliminar a los intrusos. Necesitamos de todo su apoyo para continuar…

—¡Basta! Gritaron un grupo de sombras al unísono.

Bruna y las demás mujeres se miraron sorprendidas y comenzaron a balbucear entre ellas, pero la sombra de Bruna tomó la palabra interrumpiendo cualquier posibilidad de respuesta por parte de las mujeres.

—Hemos hecho todo lo que nos pidieron para ayudarlas a vencer esos extraños cuerpos de luz, sin embargo no hay indicios de su origen ni han mostrado debilidad alguna. Las sombras hemos aprendido a convivir entre estos seres y hemos hecho todo lo que está en nuestras manos para procurarles una vida cómoda a todas ustedes.

Sin embargo esta situación ya no puede continuar. Las sombras hemos decidido emanciparnos por completo. Las seguiremos cuidando, finalmente ustedes son nuestras hermanas y son parte de nuestros cuerpos, no las vamos a abandonar.

Es momento de mirar hacia el futuro. Aquellos seres que las aterrorizan no se van a marchar y tampoco queremos lastimarlos. Hemos aprendido a respetar su existencia y lamentamos mucho que no hayamos encontrado la manera de que humanas y luces puedan coexistir. Las protegeremos hasta el final de sus días, pero ya no estaremos a su servicio ni volveremos a unir nuestros cuerpos con los suyos.

—Pero… alcanzó a pronunciar Bruna entre lágrimas, eran nuestra única esperanza—; no entiendo…

—Es inevitable, no hay nada más que podamos hacer. Sentenció Sombra.

El adiós

—¿Qué crees que pase contigo cuando yo deje de existir? Inquirió Bruna tendida en su cama.

—Creo que voy a seguir aquí, no me siento cansada ni he envejecido; quizá si me hubiera quedado unida a ti también perecería. Opinó Sombra mientras acariciaba el pelo de Bruna con suavidad.

—El mundo ha evolucionado y eliminó a los seres humanos. Musitó Bruna.

—Nosotras también somos humanas, querida. Declaró Sombra con delicadeza—. A veces la evolución es impredecible. Todavía hay mucho por descubrir sobre nuestra existencia. Estamos aquí gracias a ti, así que te debemos mucho.

—Adiós querida amiga. Dijo Bruna con sus últimas fuerzas.

Las sombras cumplieron su promesa de cuidar a todas las sobrevivientes. Finalmente el mundo quedó poblado por alegres sombras que jugueteaban alrededor de los misteriosos seres de luz y así comenzó una nueva era en el planeta Tierra.

Por Patricia Munguía Correa, ¡síguela en twitter o en Instagram!

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