El Diosero, de Francisco Rojas González. Historias que nos acercan a la cultura indígena

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El Diosero

Escrito por el antropólogo Francisco Rojas González, es un extraño y provocativo acercamiento a la realidad indígena de mediados del siglo XX, con narraciones breves y precisas Rojas González nos sumerge en situaciones a veces muy humorísticas –La tona- y otras tantas tristes –Las vacas de Quiviquinta- con personajes tan pintorescos que causan toda serie de emociones.

En el libro se retrata la vida indígena en varias de sus facetas: la ignorancia en que viven, su extrema fe en sus santos y creencias, lo cerrado que es su mundo, el amor que prodigan a los suyos, sus extrañas y arraigadas costumbres, su salvajismo a veces casi irracional, su ternura infantil,  su pobreza inhumana, la exclusión que hace de ellos el mundo moderno, el abuso por parte de la sociedad hacia todos ellos, en fin toda la peculiaridad que hace de los indígenas y sus hábitos y costumbres algo casi mágico en este país cada vez más urbanizado y peleado con su pasado.

El Diosero está hecho con un tono muy ameno que invita al lector a perderse en sus páginas, el estilo es muy liviano y aunque incluye regionalismos y barbarismos son muy fáciles de entender gracias al contexto del relato, González Rojas no sólo retrata la realidad que el mismo conoció sino que despliega unas grandes dotes narrativas.

La juventud indígena

Este tema aparece principalmente en La Tona y en el relato de Los novios. En el primer cuento una pareja va a tener a su primer hijo con muchas dificultades en el parto  y necesitan una tona con que bautizarlo. A mí me produjo un sentimiento de sorpresa y alegría en una primer instancia: es difícil pensar que tan ciegamente alguien puede seguir sus tradiciones al grado de ponerle “Bicicleto” a su hijo.

Pero después de pensarlo un poco es triste saber cómo los jóvenes indígenas no están preparados ni física ni mentalmente para tener hijos. Son demasiado niños cuando tienen hijos propios y los tienen por no ser precavidos. Aunque siento alegría al saber con que dicha reciben a su descendencia. Me siento impotente al entender que son tan fáciles de engañar y de manipular, pero es un alivio que en su juventud con todas sus carencias sean felices.

En el segundo relato, me resultó muy emotiva la forma en que se formaliza un matrimonio, la ilusión que tienen los novios al encontrar a su pareja de toda la vida, y aunque me resulte un poco extraño sus formas de conocerse, el resultado es algo conmovedor. El joven indígena listo para sentar cabeza con su corazón revoloteándole y la joven soñando con cómo será su marido, me parece una de las costumbres mas lindas y me despertó ternura por ambos.

La ingenuidad e inteligencia indígena

Sobre este tema es una multiplicidad de sentimiento y emociones que en mi despierta. Primero en la historia de El cenzontle y la vereda es difícil imaginar cómo puede haber personas tan aisladas que no conozcan algo tan común en nuestro tiempo como lo es un avión. Sentí coraje e impotencia al ver a qué grado llevan su ignorancia e ingenuidad los indígenas al creer que es un pájaro come hombres.

Pero sobre todo fue una gran sorpresa y decepción para mí el darme cuenta qué agresivas y peligrosas pueden ser las personas cuando tienen miedo, les despierta la peor parte de su ser y parecieran transformarse en seres irracionales como en el relato de Nuestra Señora de Nequeteje donde francamente perdí esa hermandad que sentía con los indígenas por su comportamiento en extremo agresivo y cruel.

Contrariamente a lo anterior, en el relato La cabra en dos patas el indígena no solo muestra su lado violento sino también su lucidez, perspicacia y picardía. Fue gratificante cuando Juá Shotá defendió a su hija con un razonamiento bastante sagaz y lúcido y dejó sin palabras al güero extranjero, porque si bien los indígenas son ignorantes, no son tontos ni retrasados. La sabiduría milenaria que guardan pocas veces es valorada o vista como en El diosero, pero cuando sale a la luz es tan impresionante que me hace pensar en “la grandeza” de los logros de nuestra ciencia moderna.

La tristeza por el abandono y miseria del indio mexicano

Es muy fácil no interesarse por nadie, más cuando se lleva una vida placentera y llena de comodidades, uno no cree que pueda haber personas que sufran tanto en el mundo. No obstante cuando se tiene contacto con la realidad de los menos afortunados –en este caso el pueblo indígena-  los ojos parecen abrirse por primera vez.

En el relato de La parábola del joven tuerto un hombre indígena es ridiculizado porque solo puede ver con un ojo, cualquiera que se encontrara en su lugar no podría menos que odiar su propia vida y maldecir su destino. Me horroriza el pensar que pudiera pasarme una desgracia de tal magnitud, no creo tener la entereza para soportar una vida de tanta penuria. Me hubiera gustado estar ahí para defender a ese pobre niño de todas las burlas e injurias, pero es posible que si mi deseo se me cumpliera yo sería parte de los ofensores, es triste pero cierto.

La miseria del indígena no reside tan sólo en sus posesiones sino en su alma, la sociedad los ha aislado y espera que poco a poco mueran y desaparezcan de un mundo que parece no comprenderlos. Sin embargo tengo la seguridad de que ningún indígena desea la compasión de nadie sin importar lo que sufra. Esta colección de relatos despertó en mí un deseo no sólo de ayudar a mis prójimos, sino de conocerlos mejor y en última instancia de comprenderlos.

 

Por Mauricio Leyva R.

 

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