Perder los sentidos
El sonido del metal
Sound of Metal (2019) tiene su momento más impactante apenas a los minutos de haber comenzado y es uno que me hizo experimentar tremenda ansiedad.
La escena en la que el joven baterista Ruben cae repentinamente en un estado de sordera casi absoluta está tan bien logrado que como espectador sientes que te has quedado sordo con él, acompañado de la perplejidad y el miedo que supondrían un instante así.
El aciago panorama que enfrenta el protagonista, quien hasta ese momento tenía una vida plena de amor y realización personal, aparece aquí como un inesperado giro del destino.
Por supuesto que el resto de la película nos lleva por el camino de descubrimiento y superación que a menudo forma parte de un drama relativamente convencional, aunque no por eso menos efectivo.
Aislamiento
Una vez terminado el filme la pregunta que mantenía en mi cabeza era: ¿Cómo afrontaría yo la pérdida de uno de mis sentidos?
Lo primero evidente es el aislamiento y la desesperación de vivir en un mundo donde no puedes comunicarte con el noventa y nueve por ciento de las personas.
Y en este caso hablamos del oído, pero ¿Qué pasa si se tratara de la vista? O tal vez el gusto o el olfato, sentidos que el ser humano ha desdeñado desde que se ha alejado de su origen salvaje, pero cuya ausencia hemos resentido a raíz de los estragos de la COVID-19.
Vulnerabilidad
Un escenario aterrador, que mientras tecleo estas palabras sé que no puedo descartar como la consecuencia de un simple capricho de la vida.
Estos casos hipotéticos no son los únicos. Además de la pérdida de los sentidos, también estamos expuestos a la pérdida de la movilidad, como lo es no poder caminar debido a alguna enfermedad, accidente, vejez, sobrepeso u otras causas.
Eso nos recuerda al aislamiento en que se encontraba el protagonista de La Ballena (2022), película que visibilizó (de manera medio explotativa) el complejo problema de la obesidad mórbida.
Casos extremos
Los que somos paranoicos siempre tenemos en mente esas escalofriantes historias de personas que sufrieron accidentes que los dejaron en estado cuadripléjico, que causa parálisis del cuello hacia abajo, incluyendo las extremidades.
El cine ha presentado estos casos a veces de manera algo fantasiosa como en Monkey Shines (1988) de John Romero, pero también las hay películas más serias como Mar Adentro (2004), que cuenta la historia real de Ramón Sanpedro, quien tuvo que luchar legalmente para obtener el derecho a la eutanasia, lo que muestra el grado en que se ve minada la capacidad de autodeterminación por un padecimiento tal.
¿Acaso puede haber una situación más difícil que esta? ¡La respuesta es sí! Existe un mal denominado Síndrome de Enclaustramiento, el cual provoca la parálisis total del cuerpo excepto en los ojos, dejando prácticamente encerrada a la persona dentro de su propio cuerpo.
La película Johny tomó su fusil (1971), basada en el libro del mismo nombre, narra la historia de un soldado que recibe el impacto de una granada y queda completamente paralizado, únicamente en compañía de sus pensamientos y con una minúscula capacidad de comunicación.
Un necesario ejercicio de empatía
Estas son aterradoras historias en las que no hay demonios ni monstruos sobrenaturales, sin embargo, el motivo para contarlas va más allá del entretenimiento.
Se trata de generar conciencia, ya que muchos vivimos ignorando a quienes enfrentan esas realidades y dicha falta de empatía hace aún más difícil su situación.
Estas exploraciones nos invitan a la introspección y a saber que también puede haber un futuro, aunque no necesariamente de la misma manera.
Y mientras yo me dispongo a aprender por lo menos lo básico de lengua de señas, los invito a continuar conociendo historias que concientizan y no solo las que nos adormecen ante las realidades más duras de la vida.
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